La alarma saltó el fin de semana pasado, cuando Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, alpinistas vascos que querían marcar un antes y un después enlazando las cumbre del G-I y G-II , preparaban la vuelta a casa con sabor agridulce. No habían logrado su reto, hacer cumbre al estilo alpino y por rutas no convencionales tanto en el Gasherbrum I como en el Gasherbrum II (G I y G II), en la cordillera del Karakorum, pero, sin saberlo aún, iban a lograr un hito mucho más importante: salvar la vida de un alpinista italiano, abandonado a su suerte cuatro días antes.
Los tres alpinistas vascos se dieron cuenta de que entre los montañeros que iban regresando al Campo Base (gente que no tenía relación entre sí pero que se unía para obtener permisos, guías y porteadores) faltaba Valerio Annovazzi, de 59 años, integrante de una expedición comercial. Los vascos conocían al italiano de haberlo visto allí y preguntaron a los demás qué le había podido pasar. La respuesta que obtuvieron, increíble, (pero según afirman desde dentro más común de lo que se debiera) fue que lo habían visto por última vez el pasado viernes en el Campo 3 (C 3), a unos 7.100 metros de altitud, «profiriendo frases inconexas». Y allí le habían dejado.
Los montañeros pudieron ver la tienda del italiano a través del teleobjetivo de Arkaitz Saiz, el fotógrafo de su expedición, comprobando que aún se encontraba en el Campo 3. Tras concluir que el montañero «estaba con problemas», Iñurrategi, Vallejo y Zabalza decidieron salir en su busca a primera hora del lunes «con la intención de llegar del tirón y alcanzar su posición lo más rápidamente posible», logrando su objetivo «en aproximadamente 12 horas».
«El montañero italiano, que había hecho cima en el G II por la ruta normal, estaba deshidratado y tenía síntomas de congelaciones, por las que no se había atrevido a salir, tras haber pasado cuatro días, a sus 59 años, a más de 7.000 metros y sin apenas comer ni beber«, señalan.
Iñurrategi, Zabalza y Vallejo, al llegar a su posición, «le dieron comida, agua y medicamentos y decidieron bajarle inmediatamente al C 2 (a 6.500 metros), donde durmieron». Este martes los cuatro descendieron «con Valerio bajando por su propio pie» y turnándonos entre los tres para asegurarle en corto en todo momento. «Ningún helicóptero en estas condiciones climatológicas podía llegar hasta aquí», estima la cordada.
«Para nosotros esto es el ejemplo máximo del alpinismo en el que creemos. Estamos felices porque ésta es la mejor de las cimas. La vida es la cumbre más importante. Después del bajonazo de la expedición, estamos tremendamente satisfechos» concluyen los montañeros.
Fuente: La Razón. Lea la noticia completa aquí.