«Para buscar a mi hija no levantan vertederos»

ABC | Cruz Morcillo

EI antebrazo izquierdo de Isabel está cubierto por un enorme tatuaje. La frase con letra de caligrafía «Adeu, te quiero mucho», enmarcada por dos corazones rojos. Es lo último que le dijo su hija antes de irse con sus amigos. De eso hace hoy seis años: 2.190 días.

Caroline del Valle tenía 14 años. Los investigadores la buscan muerta. Su madre ya no sabe qué creer. «Mi corazón me dice que está viva, pero a lo mejor no quiero ver más porque duele mucho y quizá mi cabeza y mi corazón me están engañando», confiesa. Caroline desapareció la madrugada del 14 de marzo de 2015 en la zona Hermética de Sabadell (Barcelona), un ‘botellódromo’ levantado sobre naves industriales y tomado por cientos de jóvenes. Sus padres creían que estaba durmiendo en casa de su amiga Silvia en Hospitalet hasta que a la noche siguiente descubrieron el engaño.

Ya era muy tarde. «Esa noche yo tenía una sensación como de haber perdido algo y no saber qué y mira lo que estaba pasando». Lo que estaba pasando es que a la zona Hermética llegaron varias patrullas de Mossos d’Esquadra pasadas las cinco de la madrugada. Una veintena de menores corrieron en varias direcciones. Salvo Caroline y dos amigas, todos estaban tutelados por centros de menores de la Generalitat y se habían fugado como casi todos los fines de semana. «Aquellas primeras horas los agentes se lo tomaron con cierta relajación porque son algo habitual esas desapariciones de chicos hasta el lunes o el martes», explica Manuel Navarrete, abogado de la familia. Era una cría con nuevas malas compañías, según su propia madre.

Desde aquella noche no hay rastro de ella. Los Mossos investigan el caso como una desaparición forzosa desde los primeros días, pero en estos seis años las pesquisas han dado bandazos y han estado salpicadas de mentiras, falta de colaboración de los supuestos amigos y una instrucción judicial que la familia ni entiende ni respalda. Se ha archivado de forma provisional en dos ocasiones y no se han autorizado varias pruebas.Fiscalía de MenoresEn un auto fechado en enero de 2019 la Audiencia de Barcelona desestima el recurso de la familia y señala que «se ha hecho todo lo posible con los medios disponibles a nuestro alcance para dar con el paradero de Caroline».

Isabel Movilla va de la tristeza a la indignación cada vez que lo lee. «¿Todo lo posible? Es mentira. No se ha tomado declaración a muchos de los menores. Se ríen de nosotros». En ese auto se explica que se ha tomado declaración a los testigos cuyo paradero facilitaron los agentes policiales, que se ha buscado con perros adiestrados y se ha peinado la zona. No una, sino varias veces. Reprochan los magistrados que la familia pretenda que declaren otra vez en instrucción quienes ya lo hicieron como testigos, una diligencia que califican de «impertinente». Se trata de tres testigos clave. Otros nueve no han declarado nunca, pero el juzgado tampoco lo autorizó.  El abogado recuerda que el tiempo de prescripción corre y sin avances en la investigación es lógico un sobreseimiento provisional. «Pero si se hallan nuevos indicios se reabrirá», indica y asegura que la unidad especializada de los Mossos sigue trabajando. En los últimos meses se ha producido una novedad judicial. La causa que ha instruido desde el inicio el Juzgado número 2 de Barcelona la ha asumido la Fiscalía de Menores dado que la mayoría lo eran cuando ocurrieron los hechos. Otra muestra de un caso errático. Isabel tuvo a su hija con 19 años. «Yo fui madre con menos edad de la que tiene ahora mi Caroline». Arrincona conscientemente el pasado en los verbos. Estos años se ha topado con un muro de incomprensión pero no ha dejado de llamar a cada puerta que podía (policías, periodistas, juzgados, detectives, abogados, políticos…). No ha encontrado mucho más allá de buenas palabras.  

Aquel domingo cuando Caroline no apareció a la hora convenida, Isabel llamó a Silvia, la amiga con la que creía que estaba durmiendo. Esta menor mantuvo durante tres días la farsa de que la niña se había ido a su casa en la Zona Franca de Barcelona después de comer. El teléfono de Caroline hizo una última llamada pasadas las seis de la madrugada, pero no llamó a su íntima, sino a otra menor marroquí tutelada, con la que también estuvieron. «Muchas veces pienso que me llamó a mí y me pidió: ‘Mamá, ven a buscarme’ porque tendría mucho miedo». La última persona que la vio con vida fue Jacine M., conocido como «Justin», entonces menor, que cuenta con antecedentes y ya sabe lo que es una condena. Aseguró a la juez que Caroline corrió tras él cuando aparecieron los policías; le dijo que estaba agotada y se escondió debajo de un coche. Él huyó porque estaba en busca y captura. Los casi veinte menores que habían pasado la noche juntos en la zona Hermética se volvieron a reunir en el McDonals de la estación de Sants, como solían.Cambio de versión«Justin» apareció mucho más tarde que los demás, casi a las ocho y media de la mañana; con rastros de barro y la ropa cambiada. Según él estuvo en un descampado escondido, esperando y se metió en una alcantarilla de riego y en el castillo abandonado de Can Feu. Declaró que estaba preocupado por si podía salir «perjudicado». «Nos llegaron a decir en el juzgado que allí la mató y la tiró a un contenedor y que de ahí mi niña acabaría en el vertedero. Pero para buscar a mi hija no se levantan vertederos», sostiene Isabel con rabia. Dice que a otras chicas sí las han buscado sin escatimar medios y habla de Marta del Castillo o del despliegue para localizar el cuerpo de Marta Calvo en Valencia. «¿Por qué a mi hija no?», se pregunta. Ella misma se puso en contacto a través de una amiga con la planta de residuos. Ven imposible que el cuerpo de la chica hubiera acabado allí.   En 2018, TVE entrevistó a «Justin». Con gorra y actitud displicente aseguró:«Yo me quería olvidar. Lo he pasado mal» y cambió su declaración. Introdujo en el escenario a «tres hombres gitanos», uno «superborracho» para añadir que no sería capaz de reconocerlos.

La juez reabrió días después el caso y volvió a archivarlo a los ocho meses. «Hay días malos y días muy malos, a veces me araño la cara de desesperación, pero todavía tengo la esperanza de que algún día se abra la puerta y aparezca mi niña. Me la imagino alta, delgada, muy guapa y muy noble… No sé si me hubiera dado nietos», dice Isabel. Se mira el tatuaje y lo acaricia. «Es lo que me queda».

 

«O pagas o la violo» Isabel Movilla y su familia no solo tienen que vivir con la incertidumbre y la pena. Decenas de individuos de todo pelaje llaman una y otra vez para chantajearlos o burlarse. «Me han pedido fotos desnuda, me han amenazado con matar a mi hija. Uno me dijo que era narco mexicano: ‘O pagas o la violo’», me dijo. Es inhumano. Lo pasas fatal. Sabes que es mentira pero, ¿y si no lo es?», dice la madre de Caroline. «Me pongo enferma. Ojalá algún día acabe esta pesadilla«.»